Medio
millón de docentes muertos, según las últimas estadísticas. El mundo, un nicho
gigantesco que va engullendo lo que queda de nuestro saber, se difumina el
recuerdo y ya no queda nada. Los dedicados a las lenguas fueron requeridos, y
olvidados, de inmediato. Tras ellos, fueron a caer los de Física, Química,
Biología y Matemáticas, no ofrecían nada de interés. Poco sirvió a los de
Educación Física el correr, una mirada hacia atrás, y el pasado se fue sin
parar un punto. Los recién nacidos no llegaron a experimentarse a sí mismos,
los nonatos a llorar, los enfermos a fenecer en las soledades de una sala de
urgencias. Todo terminó un mismo día, en un instante, ricos y pobres
comprendieron que solo existe un modo de afrontar la vida: desaparecer, quizá
con la esperanza de renacer en otro espacio, en otras condiciones. Tremenda
situación para que un profesor espere encontrar aquí consejos para afrontar su
próxima clase, como ha venido haciendo durante tantos años. Solo me queda
decirle que abandone toda esperanza, no habrá piedad para nadie. Desde la
invasión, medio millón, ¿y mañana? ¿Qué será de nosotros?
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